jueves, 8 de mayo de 2008

Enfrentar a la reacción con las armas del proletariado


Partido Comunista Maoísta: sobre las elecciones en Italia

21 de abril de 2008. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. El siguiente artículo de la revista Proletari Comunisti (Proletarios Comunistas) publicado en marzo, explica el punto de vista del Partido Comunista Maoísta de Italia con respecto a las recientes elecciones generales llevadas a cabo en Italia.

Las elecciones fueron convocadas dos años antes de lo previsto cuando una moción de censura en el parlamento tumbó al partido de “centro - izquierda” de Romano Prodi. El centro de apoyo de Prodi, unificado recientemente en el Partido Democrático, provino de una fusión de divisiones de dos partidos ahora extintos, el reformista Partido Comunista y el derechista Partido Democrático Cristiano que gobernó a Italia por muchos años desde la Segunda Guerra Mundial. En la votación de abril para la elección de un nuevo parlamento, la llamada coalición de “centro - derecha” liderada por Silvio Berlusconi ganó la mayoría sobre la de “centro - izquierda”, liderada en este momento por el alcalde de Roma Walter Veltroni, un miembro del antiguo Partido Comunista quien dijo que se inspiró en el político norteamericano Robert Kennedy, y a menudo se le compara con Barak Obama. Muchos de los principales observadores (tales como la BBC) dicen que no hubo diferencias significativas en los programas presentados por los dos contendientes.

El ya dos veces ex-Primer Ministro, cuyo nuevo Partido de la Libertad para el Pueblo incluye a continuadores del partido fascista de Benito Mussolini, es el principal magnate de Italia y domina a los medios. Se espera que el nuevo gobierno que formará dentro de poco incluya a los principales ministros de la Liga del Norte, un partido que a pesar de tener su base en un lugar de Italia donde los inmigrantes trabajadores han creado gran riqueza, es mejor conocido por su violenta posición anti–inmigrantes. Hace poco, después de posesionarse, Berlusconi dijo que Italia debería “cerrar sus fronteras y abrir campamentos para los inmigrantes que son forzados al crimen.”

La caída del gobierno de Prodi es, primero que todo, el resultado de la crisis de consentimiento que se expandió y profundizó entre las filas de los trabajadores y las masas del pueblo. Las políticas de este gobierno siguieron el mismo curso que las de Berlusconi con respecto a las medidas económicas y sociales, asuntos internos y política exterior. Todas las grandes expectativas, incluyendo esas alentadas por el apoyo dado a este gobierno por los partidos que supuestamente representaban los intereses de los trabajadores han sido defraudadas. El pasado 20 de octubre, un millón de personas marcharon en las calles, organizadas por el Partido de Refundación Comunista [una división del antiguo Partido Comunista que no se unió a los Demócratas Cristianos en el Partido Democrático, un partido parlamentario que aún se adjudica los símbolos comunistas mientras apoya al centro - izquierda] para presionar al gobierno de tal forma que este pudiera ganar acogida y confianza. Pero los acuerdos alcanzados en los asuntos de pensiones y asistencia social, así como la subsiguiente Ley Financiera traicionaron inmediatamente esta confianza. El gobierno ya ha agotado sus reservas de aprobación en los temas de democracia y paz, junto con la construcción de una nueva base de la OTAN en Vicenza, la ocupación de Afganistán [donde Italia tiene varios miles de soldados], el “paquete de seguridad”, etc.

Este debilitamiento del gobierno de Prodi llevó a los patrones y sus mafias a considerar a esta administració n como deficiente. El “Escándalo Mastella” [cuando el Ministro de Justicia de Prodi fue obligado a renunciar en un escándalo de corrupción en enero] es solo el último en una serie de episodios que podrían haber provocado su colapso. Sin embargo, este escándalo llevó a la luz la arrogancia de casta que también caracterizó al gobierno de Prodi. La ronda de aplausos brindada en el parlamento, en defensa de Mastella, por casi toda la mayoría de centro – izquierda junto con la oposición de centro – derecha, ha aumentado su distancia de las masas e intensificado la crisis de credibilidad del gobierno.

Las fuerzas oficiales de izquierda fueron patéticas y ridículas cuando argumentaron que hasta el momento el gobierno ha “actuado mal” hacia las masas – una admisión verídica– pero justo cuando estuvo al punto de “actuar bien”, alguien lo hizo caer. Además de la crisis de aprobación, surgió una contradicción interna junto con el nacimiento del Partido Democrático y el naciente liderazgo de Veltroni. Esto mostró a la burguesía que había una oportunidad para incluir más políticas derechistas. A través de la convergencia Berlusconi/Veltroni , sería posible avanzar más rápidamente hacia un gobierno y un estado “fuertes”. En consecuencia, las repentinas elecciones son una movida necesaria para formar un gobierno más al calce de la clase dominante. Un juego tramposo con un final conocido: los votos no decidirán la forma de gobierno sino solamente su composición.

Ahora más que nunca, demoler toda ilusión electoral entre los obreros y las masas populares es aún la tarea principal para los auténticos comunistas. La crisis de aceptación entre las masas encontró eco en los principales movimientos de lucha. Hasta ahora no han encontrado una representació n o el peso político necesario para producir una crisis “desde la izquierda” y un nuevo escenario en el cual los obreros y las masas puedan influenciar de una forma determinante la formación del gobierno, el programa y el balance de las fuerzas con el estado y los patrones.

Al próximo gobierno, sin importar quien gane la competencia entre Berlusconi y Veltroni, avanzará a un paso cada vez más acelerado hacia la construcción de lo que llamamos en términos simples, un régimen de fascismo moderno y un estado policial.

Decimos fascismo moderno porque el elemento cohesivo ideológico, cultural y programático que mantiene unidos a los partidos que contienden por el gobierno es su aceptación de la primacía absoluta de la dictadura capitalista, su anti-comunismo profundo, un nuevo sistema corporativo de relaciones industriales [el modelo de gobierno de la coalición desarrollado bajo Mussolini] y los cambios reaccionarios propuestos a la Constitución [adoptada poco después de la Segunda Guerra Mundial, la cual Berlusconi llama “muy soviética” debido a la influencia del Partido Comunista en su redacción, entonces una poderosa voz debido a que había liderado la resistencia armada contra el régimen de Mussolini durante la guerra], para quitar los elementos provenientes de la Resistencia.

Es un fascismo “moderno”, un fascismo apropiado para Italia, Europa y el sistema mundial en 2008, al igual que lo que existe en los Estados Unidos imperialistas o lo que está avanzando de una forma agudamente marcada en la Francia de Sarkozy.

Los estrechos lazos entre la construcción de dicho régimen y el estado policial se muestra en la forma en que convierten las luchas sociales en problemas de orden público y adoptan “paquetes de seguridad” para blindar al estado, pretendiendo erigir un aura de santidad alrededor de las fuerzas represivas, y para canalizar el abono reaccionario que esparcen ampliamente entre las masas con el fin de llevar hacia una forma de estado totalitaria.

La ideología reaccionaria del estado se mantiene en oposición a cada tema de lucha social y política: la vida en las fábricas así como el problema de la basura [la basura no recolectada ha alcanzado proporciones críticas en Nápoles] o los derechos de las mujeres e inmigrantes. La competencia electoral entre los principales partidos no se desarrolla entre dos soluciones alternativas, sino entre el personal político, en cuanto a quién aplicará la única solución en oferta en los hechos.

Para trazar el papel de los comunistas en relación con estas elecciones y en esta fase política, necesitamos partir de los elementos avanzados en la actualidad provenientes de la lucha de clases, el proletariado y los movimientos de masas bajo el gobierno de Prodi.

Los trabajadores que rechazan los acuerdos de pensiones y el estado de bienestar y algunos sectores avanzados de la lucha por salarios que ya no están bajo el control de los sindicatos oficiales, el levantamiento en Nápoles y Campania [la quema de enormes pilas de basura y protestas populares contra los basureros impuestos por el gobierno y de propiedad de la Mafia, en las barriadas urbanas y sus alrededores–para reprimir este movimiento, el gobierno de Prodi envió al mismo oficial de la policía responsable de la represión de las manifestaciones del G-8 en Génova], la manifestación de mujeres del 24 de noviembre [en defensa del aborto y otros derechos], las manifestaciones en contra de la represión y las diferentes formas de resistencia en la esfera cultural representan un movimiento complejo y aún frágil, pero es un importante terreno en el cual acumular fuerzas para un auténtico movimiento de oposición que ganará fuerza siempre que se separe de los dos polos de la burguesía, siempre y cuando demuestre otra política basada en una comprensión diferente, un programa diferente y opuesto también al populismo reaccionario y la anti – política de la pequeña burguesía.

Unir este movimiento de lucha, llevar a cabo la dirección proletaria en diferentes formas, desarrollar un frente unido basado en la organización autónoma e independiente de las masas y mantener la estrategia y táctica de una “guerra” prolongada en el enfrentamiento con la burguesía y sus dos polos con las tareas de los comunistas y las combativas vanguardias de los obreros, a diferencia de las dos propuestas nocivas actuales.

La primera es la participación en las elecciones con una lista propia de candidatos. Esto, lejos de facilitar la entrada de los proletarios en el “escenario de la farsa de la política” o de representar allí las reivindicaciones de las masas, esta estrategia genera confusión, marginación y corrupción ideológica. Usar la metáfora del “escenario de la farsa”, reduce al movimiento del proletariado y de las masas a un papel de “extra”.

El otro peligro igualmente nocivo proviene de las formas anarco-economicista s o populistas de nuevo cuño de rehuir a las tareas políticas actuales. Para forjar al calor de la lucha de clases las herramientas necesarias para desarrollar la misma (el partido comunista de nuevo tipo, el sindicato clasista, el frente unido de oposición), el proceso electoral en cuestión también requiere consignas apropiadas para plantar un solo estandarte en todo el movimiento de oposición, una dirección para plasmar el papel autónomo de la clase obrera y los proletarios. La consigna “¡Ni centro-derecha ni centro-izquierda, por un gobierno de los obreros!” sirve a este objetivo.

Es importante que esta consigna conquiste las filas de la clase obrera y se convierta en punto de referencia para todo el movimiento de oposición. En esta campaña electoral, no es basta decir “Luchar, sí; votar, no”. Necesitamos popularizar vigorosamente la consigna de “otro gobierno” que exprese una comprensión diferente del gobierno, el estado y la política. Otro poder.

La consigna del “gobierno de los obreros” también contribuye a propagandizar en pro de las soluciones comunistas a los problemas de la vida diaria experimentados por los proletarios y las masas del pueblo, la perspectiva del poder proletario, del socialismo y del comunismo.

Por lo tanto, el trabajo de los comunistas apunta a unir, fortalecer e incrementar la oposición actual hacia los dos polos de la burguesía, a convertirse en una base de la oposición para el nuevo gobierno que resulte de las elecciones.

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