lunes, 16 de febrero de 2015

Intervención de “La Nueva Bandera” – Partido Comunista maoísta de Italia en el Encuentro Internacional


 “De la Sublevación en los Banlieues  a la Revolución Proletaria”
(París, Abril de 2006)

Nota - Los días 29 y 30 de abril de 2006 la revistas marxistas-marxistas-leninistas- maoístas "La Nuova Bandiera" (La Nueva Bandera) de Italia  y "Drapeau Rouge" (Bandera Roja)  de Francia organizaron en París (Francia), con el apoyo del Socorro Rojo (Francia) y Red Block (Italia),  un Encuentro Internacional bajo el título “De la Sublevación en los Banlieues a la Revolución Proletaria”.
Ofrecemos a continuación la intervención de “La Nueva Bandera”- Partido Comunista maoísta de Italia en este Encuentro Internacional, extraído del blog de los camaradas italianos de Proletari Comunisti - Partido Comunista maoísta - Italia  y que por su excepcional interés y análisis sobre la lucha de la juventud proletaria y la construcción de partidos marxistas-leninistas-maoístas en los países imperialistas Gran Marcha Hacia el Comunismo ha traducido al español:

DE LA SUBLEVACIÓN EN ´LOS BANLIEUES A LA REVOLUCIÓN PROLETARIA
Intervención de “La Nueva Bandera”-Partido Comunista maoísta de Italia en el Encuentro Internacional celebrado en París (Abril 2006)

Los 25.000 policías desplazados a los suburbios en la noche del 31 de Diciembre de 2005 en defensa del orden y la seguridad contra la posible reanudación de la sublevación,  ofrecieron una elocuente imagen de lo que la rebelión ha representado para Francia y los países imperialistas en general. El ostentoso espectáculo de fuerza por parte del Estado francés fue paradójicamente una flagrante demostración de debilidad. La burguesía francesa y su Estado fueron incapaces de asegurar un Año Nuevo más normal a los 500 mil que atestaban los Campos Elíseos excepto a costa de un nivel de militarización similar a un Estado de guerra.
En todos los países imperialistas, incluso aquellos ligeramente tocados por el contagio francés –Bélgica, Alemania, Holanda, Dinamarca, España, Grecia, Inglaterra, Suiza, Suecia- el temor de la burguesía fue tan grande que los gobiernos adoptaron medidas, en términos de desplazar fuerzas, como si en realidad se hubiese producido una insurrección.
Incluso la enumeración de los coches quemados resultó bastante grotesca: primero se dijo que fueron la muestra de mero vandalismo y gamberrismo por la “escoria” de banlieues, sin conciencia política, sin objetivo y, en definitiva, sin razón; pero más tarde la fuerza completa de la policía es desplazada y la efectividad militar y política, el grado de tensión del sistema político institucional ha sido evaluado a través de contar el número de coches quemados. Los comentarios del día después de Año Nuevo han hablado, de hecho, de que “se libraron por poco”, contando el número relativamente bajo de coches quemados, incluso aunque hubiese cien más que en el Año Nuevo anterior.
Recordando a Marx, se podría decir que cuando el mínimo crujido y fermento social, cualquier episodio anormal, cualquier mínimo suceso es  percibido por la burguesía como un peligro, entonces realmente cualquier episodio único se convierte en un peligro.
Para temor de la burguesía resultaron el orgullo y fuerza del joven proletario rebelde Muhittin, el muchacho que sobrevivió a la trágica noche del 27 de octubre cuando Bouna y Zyaed perdieron sus vidas, quien declaró: “Ahora mis amigos piensan que soy un héroe, que me convertí en un líder. Pero sólo soy un crío”. Y hablando del día de Fin de Año afirmó: “Es verdad, conozco gente que se prepara para pegarse con la policía”. ¿Cómo pueden pensar que veinticinco mil policías pueden borrar y sofocar todo este odio? En los infames tribunales de la burguesía, en particular en Bobigny, decenas de jóvenes implicados en la sublevación han sido juzgados y sentenciados. Más de cinco mil han sido detenidos y más del doble encausados y procesados.
La lógica de estos tribunales ha sido la propia de un  “tribunal militar” donde ni tan siquiera buscaron “pruebas”, sino que utilizaron los informes policiales como “pruebas”.
Pero incluso aquí, aunque el Estado trató de mostrar un rostro feroz, ciertamente no encontraron ni temor ni arrepentimiento de los jóvenes. Esos juicios se asemejaron a todos los juicios en contra de rebeliones de masas, impregnados de terror y venganza, con rituales que debían desarrollarse conforme a la ley, pero que se convirtieron en un tipo de “exorcismo”.
Desde la Comuna de París hasta la Francia actual, estos acontecimientos siempre  reviven la memoria histórica: a la burguesía le gustaría la “paz de los cementerios” para enterrar ejemplos de rebelión y transformación social. Pero París no es  apropiada para esto, incluso el Cementerio Pere Lachaise, con las tumbas de muchos Comuneros, comunistas, combatientes y guerrilleros de la liberación, es la memoria de la revolución que alimenta la revolución.
La verdad es que en París y en Francia apareció un nuevo fantasma: la juventud proletaria Comienza a estar presente en todas las ciudades importantes europeas y perturba los sueños y la seguridad de la burguesía. La nueva juventud proletaria, hijos de proletarios, de los barrios proletarios, se ha rebelado. No es la primera vez. La furia y odio eran y son permanentes y latentes, pero en esta ocasión se rebelaron en todas partes, en todos los banlieues de París y las ciudades francesas y donde existen las mismas condiciones, y no se rebelaron, no obstante ellos se reconocieron en la rebelión, e hicieron la rebelión que fuera más fuerte y aguda, exponiendo ante los ojos de toda Francia y de los países imperialistas de Europa su naturaleza de clase. Cada uno de los argumentos  empleados por los gobernantes, políticos e intelectuales para explicar, y a veces justificar, la rebelión, demostraron su naturaleza global. Periodistas sorprendidos, sociólogos sobresaturados, miembros de la “izquierda oficial”, cuanto más se estrujaban los sesos para dar una “explicación real”, una y otra vez cada una de las explicaciones ofrecía una razón más para la rebelión y dejar aún más claro que incluso el carácter general de clase de la sociedad clasista en contra de la cual se desarrolló la sublevación, era exactamente lo que cada una de las “verdaderas explicaciones” trataba de ocultar. Es la rebelión  de la juventud proletaria francesa, de las capas más precarias en los suburbios proletarios, donde las fábricas en algunos casos se funden con el barrio. En Aulnay Sous-Bois, el corazón de la rebelión, es donde se encuentra la Citroen, con 7.000 obreros. En resumen, pensando en este barrio, se puede decir que el problema de la burguesía no son los coches quemados, sino los obreros que los fabrican y sus hijos. Cierto, se ha hablado de los hijos del proletariado. Frecuentemente de forma incorrecta, para hacer hincapié que el proletariado adulto sería contrario a la rebelión, que estaría de parte del sistema, integrado en él. Pero fue un fraude y una decepción. Los jóvenes proletarios han expresado de una forma radical el interés de su clase y se han rebelado contra la pasividad impuesta por la clase dominante, en todas sus ramificaciones y por parte de sus aliados –la aristocracia obrera representada por los partidos políticos y los sindicatos, la pequeña burguesía acaudalada, intelectual o comerciante y propietaria. También trataron de mostrar la rebelión de la juventud de los banlieues como un suceso particular, no ligado al proceso más general de la entrada de una nueva generación en la escena política mundial dentro de los países imperialistas, tal y como se demostró pocos meses después tras el movimiento estudiantil en contra del CPE [Contrato de Primer Empleo], y como ya había mostrado el movimiento contra la globalización imperialista, desde Seattle a Génova. Es sencillamente la naturaleza del choque con la policía que explica y hace visible las mismas instancias, las hace más profundas y más radicales por el carácter de clase de estos jóvenes. Es como si los policías asesinos del G8 2001 en Génova estuviesen de servicio activo en los banlieues y aquí la juventud proletaria les diera el “ojo por ojo”, les hiciera la vida difícil, les diera un escarmiento, quemara sus comisarías, a veces un vehículo o un edificio escolar, les hiciera darse a la fuga, rechazar una tendencia al choque tradicional en que se viesen masacrados.
La juventud proletaria reunió temas antirracistas, anticoloniales y antiimperialistas –aquí influyó su origen “argelino”- que ya era motivo de discordia en esos barrios. Pero cuando esos temas sobrevuelan en los fríos discursos de los gurús antiglobalización, SOS Racismo, etc., están bien. Pero si se convierten en una confrontación violenta en los guetos de las metrópolis imperialistas, todos se apresuran a caracterizarlos como sin motivo, irrazonables, inaceptables y los reformistas de todo tipo demuestran no ser nada más que una noble forma de las expresiones vulgares de Sarkozy.
En la rebelión, la juventud de los banlieues plantearon reivindicaciones de libertad, transformación, sociabilidad, reapropiación, rechazo del modo corriente de vivir, vestirse, pensar, que anima a la juventud de Francia al igual que en otros países imperialistas, cualquiera que sea el color de su piel y el país de origen. La juventud proletaria ha presentado de forma radical, en última instancia, incluso simbólicamente, la relevancia de la ley científica de que no existe ninguna construcción sin destrucción. La rebelión proletaria atemoriza incluso más a la burguesía cuando la juventud se coloca a la vanguardia, porque significa que no se enfrenta a una flor de un día sino a una nueva ola en potencia de la lucha revolucionaria del proletariado.
La juventud siempre anticipó el movimiento revolucionario más general del proletariado y las masas.
La rebelión de la juventud proletaria en los banlieues mostró todos los aspectos, todos los fermentos que indican que el movimiento juvenil pueda volverse en contra del Estado.
La música rap, las organizaciones de aficionados de fútbol, los fenómenos sociales que surgen generalmente en formas ambiguas, entre adaptación a la sociedad existente y transgresión, cuando se funden con las condiciones económicas y sociales, resuelven su ambigüedad y la juventud las transforma en contra del sistema capitalista, de sus leyes y de su rostro concentrado en el Estado policial, que trata de imponer que ese sistema y sus leyes son intocables.
Los jóvenes proletarios protagonistas de la rebelión son ciertamente jóvenes inmigrantes e hijos de inmigrantes que sufren en su propia carne la doble opresión de ser a la vez proletarios e inmigrantes, y por tanto sufren discriminación, el ser considerados ciudadanos de segunda clase, extraños en su propia casa, extranjeros en la tierra donde nacieron, de “raza no blanca”, marginados en cualquier momento de su existencia.
Este es el resultado de la naturaleza imperialista del país en que viven, del hecho de haber nacido, vivido o acudido a países donde la riqueza está concentrada en unos pocos basada en el su robo de la mayoría. Las leyes del sistema imperialista y la actual división del mundo producen flujos de inmigrantes que escapan de la pobreza, el hambre, las enfermedades, la guerra, etc.,  y convierten a estos inmigrantes y a sus hijos nacidos en los países imperialistas en el proletariado más explotado. Esto afecta a la composición y conciencia del proletariado, que introduce en su lucha las cuestiones de transformación de las dos partes del planeta bajo el actual sistema imperialista: la de los países oprimidos por el imperialismo y la de los países imperialistas.
En la conciencia de este nuevo proletariado se funden legados feudales de los países oprimidos y rechazo de la decadencia de los países imperialistas, como riqueza junto con limitaciones. Este es un rasgo de la diversidad moderna de los países imperialistas, y su diversidad puede y debe ser transformada en riqueza de la lucha porque concentra en la lucha del proletariado las aspiraciones de transformación de las dos partes del planeta.
La juventud proletaria inmigrante y los hijos de inmigrantes con su rebelión “exclusiva” dan la voz a los “excluidos”, los explotados de la totalidad del sistema imperialista.
Hoy la juventud proletaria está esencialmente compuesta por jóvenes desempleados,
trabajadores temporales, hijos de obreros que también se han convertido en trabajadores parados y precarios. Por lo tanto está claro que frecuentemente no tienen los mismos lugares de reunión –la fábrica, el lugar de trabajo- las mismas herramientas, sindicatos y organizaciones políticas. En Francia y muchas de las metrópolis imperialistas la juventud proletaria es multinacional, multiracial, llena como está de jóvenes hijos de inmigrantes, y está concentrada en guetos, expulsados del centro de la ciudad, de los barrios acaudalados. La rebelión ha concentrado todos estos aspectos y es también el resultado de la concentración de todos estos aspectos.
Por supuesto estos aspectos no salen a la luz del mismo modo en todos los países imperialistas –por ejemplo en Italia la presencia de inmigrantes en los barrios es aún baja; los inmigrantes  principalmente de primera generación, la segunda generación existe sólo de forma desigual. Los analistas burgueses y reformistas utilizan estas diferencias para aislar la rebelión en Francia, exorcizar el contagio y hacer hincapié en las diferencias en lugar de las condiciones comunes, para considerar la rebelión como un episodio raro, “francés”, irrepetible.
No obstante, este tipo de rebelión no ocurrió solo en Francia sino también en otros países imperialistas, desde Los Ángeles hasta Brixton, etc. Pero incluso si fuese cierto todo lo que se ha dicho, a través de la óptica del análisis de clase, y no del pensamiento mecánico, escolástico y metafísico de los numerosos llamados analistas y supuestos marxistas, podemos ver lo que es particular y lo que es general en la rebelión de la juventud proletaria francesa.
¿Acaso la gran mayoría de la juventud proletaria en todos los países imperialistas –esté o no concentrada en los suburbios- no está en situación de precariedad, infrapagada, sin voz, guetizada? En Italia, ¿acaso la mayoría de las ciudades del sur, ya sean grandes, pequeñas o medias, no están marcadas por un tipo similar de juventud? ¿Y quién dijo que la falta de concentración no puede convertirse en un factor expansivo en todas las zonas de las metrópolis imperialistas por las razones y oportunidades de rebelión de la juventud proletaria? Incluso si no sobre la base del color de la piel, el origen y el idioma, todas las formas de discriminación y marginación son reproducidas en formas similares a aquellas de los banlieues franceses, y se hacen más agudas por el contraste social entre, de un lado, los ricos, en el centro de los cuales están los patronos, que cuentan con sus barrios, restaurantes, círculos, tiendas, su modo de vida, y de otro el universo de la juventud proletaria, las ingentes masas de excluidos.
Hacia esta juventud proletaria se están concentrando las formas de represión, control y persecución de los modernos estados policiales. Y en todas las formas de agrupación de estos jóvenes –los barrios, la fábrica de propagación del trabajo precario- se desarrolla un mundo aparte, tejido de lazos, comunidades, grupos, bandas, donde crece la furia y la rebelión, junto con el aburrimiento y la exclusión.
Al mismo tiempo, ¿qué son y en que se están convirtiendo las fábricas de los jóvenes obreros? Por supuesto disponen de un empleo, más dinero y esto influye en su modo de vida y de pensar fuera de la fábrica. Pero, dentro de la fábrica, ¿acaso no están experimentando marginación, exclusión, represión, control, explotación, negación de la vida, un salario de esclavos, la flexibilidad, una precariedad que hace que madure en su seno la inaceptabilidad de una vida eterna como explotados? Entre los jóvenes trabajadores existen los mismos sentimientos de rebelión. En la fábrica, el rostro del policía es el del jefe que le asfixia, le insulta, le amenaza, le controla, forzándoles a hacer cualquier cosa para que los patronos obtengan beneficios.
Los reformistas, oportunistas y falsos comunistas no ven el mismo fuego bajo las cenizas, porque son parte del sistema del enemigo opresor y comen en su misma mesa, a veces disfrazados como sindicalistas o de “izquierdas”. La pequeña burguesía filistea  y la “izquierda” oficial están en contra  de la rebelión de la juventud proletaria y se encuentran dentro del sistema político, cultural e ideológico que domina la sociedad.
Los comunistas marxistas-leninistas-maoístas, la juventud a la que organiza, son y deben ser la vanguardia consciente y observadores activos de este aspecto oscuro pero verdadero de la lucha de clases en las metrópolis imperialistas. Deben ser alimentados por el mismo odio, convertirse en la primera línea y en organizadores activos. Con el arma del marxismo-leninismo-maoísmo y la construcción de la organización de vanguardia del proletariado, aprenden el lenguaje del proletariado rebelde. Se encuentran, con la mente y el plan, cuando no pueden con su enraizamiento, dentro de la dinámica completa de la rebelión,  la analizan como una guerra de clases, contemplan la espontaneidad como un embrión de conciencia. Con la línea de masas –que no es ni puede ser el desarrollo de un movimiento de masas pacífico- concentran su trabajo en transformar las reivindicaciones de las masas de una confrontación con el poder burgués en una lucha por el poder, en el fuego de la lucha de clases.
Los comunistas no convierten los disturbios en los banlieues en un mito, peo tienen claro que allá donde vive y trabaja la juventud proletaria y el proletariado, existen actualmente condiciones para la rebelión y para transformarla en revolución proletaria en guerra revolucionaria prolongada.
Para aquellos que quieren hacer la revolución en los países imperialistas, para los comunistas que deben ser la vanguardia, la rebelión es rica en enseñanzas y deben partir de ello.
Mao afirmó: “Ser atacado por el enemigo no es una cosa mala sino una cosa buena. Debemos apoyar todo lo que el enemigo combata y oponernos a todo lo que el enemigo apoye”. Por tanto, era una línea de demarcación fundamental estar del lado de la rebelión. La forma en que el Estado y el sistema la han combatido era más que suficiente para tomar partido. Pero tomar partido era una condición necesaria pero no suficiente.
Mao afirmó: “Quien se coloque al lado del pueblo revolucionario tanto en los hechos como de palabra, es un revolucionario en su más pleno sentido”. No todo en la rebelión de la juventud proletaria debe ser considerado correcto; no todas las acciones que se produjeron en los enfrentamientos eran las necesarias entonces. Pero esto ha sido puesto como un pretexto, no sólo por la burguesía y el reformismo, sino también por los grupos de oportunistas y falsos revolucionarios, a fin de distanciarse de la rebelión. Mao afirmó: “Es necesario criticar los defectos del pueblo (…) pero al hacerlo, debemos adoptar verdaderamente la posición del pueblo y hablar llenos de ardiente deseo de protegerlo y educarlo”.
Los oportunistas y falsos revolucionarios no comprenden que a través de la experiencia las masas aprenden y son capaces de superar errores y limitaciones y de sus iniciativas previas. Pero esto debe hacerse con la guerra, no en lugar de la guerra. Mao afirmó: “La guerra revolucionaria es una antitoxina, que no sólo destruirá el veneno del enemigo,  sino que también nos depurará de toda inmundicia”.
Lo que la rebelión ha revivido en el corazón de los países imperialistas es precisamente la necesidad y relevancia de la violencia revolucionaria, la necesidad y relevancia de la guerra revolucionaria.
Como Mao señaló: “Una revolución es una insurrección, un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra”.
Quien se ha distanciado de la rebelión, a través de miles de distinciones, se opone a esta verdad que está demostrada y es un movimiento real.
La guerra revolucionaria del proletariado surge de la consideración básica, y la rebelión dejó muy claro que, como Mao afirmó: “Sus persecuciones contra el pueblo revolucionario no sirven sino para ampliar e intensificar aún más las revoluciones populares.”
La juventud rebelde ha traído sobre el terreno audázmente las consignas maoístas “la rebelión se justifica” y “Bajo ninguna circunstancia debemos dejar que la mirada terrible de los reaccionarios nos atemorice”. Ni el final de la rebelión puede ser causa de pesimismo. Como Mao afirmó: “Todos los puntos de vista que sobrevaloren la fuerza del enemigo y menosprecien la fuerza del pueblo son erróneos”.
Por tanto, la rebelión de la juventud proletaria deja mejores condiciones para la construcción del partido de la revolución.  De hecho, la cuestión del partido es tan decisiva que nuestro encuentro hace hincapié en ello señalando “De la rebelión en los banlieues a la revolución proletaria”.
Mao afirmó: “Para hacer la revolución se necesita un partido revolucionario”.
La rebelión nos plantea la tarea para,  nuevamente como señaló Mao, “dar a este movimiento (revolucionario socialista) una guía activa, entusiasta y sistemática”.
La elección de construir el partido en función de la guerra revolucionaria define la tarea, pero también la forma del partido que se necesita hoy en Francia y en los países imperialistas. La elección de ser parte de la insurrección, de estar ligado  a la juventud proletaria que se rebela, se basa en la plena comprensión de que “la guerra revolucionaria es la guerra de las masas, y sólo puede realizarse movilizando a las masas y apoyándose en ellas”, y que “un equipo de dirección  verdaderamente unido y ligado a las masas sólo se puede formar gradualmente en el proceso de la lucha de masas y no separado de él”.
Encarando el alzamiento, los comunistas y las fuerzas revolucionarias en Francia demostraron ser manifiestamente inadecuadas. Incluso aquellos que lo apoyaron y respaldaron, actuaron como aquellos que Mao describió: “aquellos que en un periodo revolucionario sólo pueden seguir los viejos hábitos. Son absolutamente incapaces de ver este entusiasmo (el de las masas). Están ciegos, todo es negro ante ellos.  A veces confunden lo correcto con lo erróneo, lo blanco con lo negro. ¿No hemos visto suficiente personas de este tipo?...  Tan pronto surge algo nuevo lo desaprueban y se apresuran a oponerse a ello. Más tarde tienen que admitir su derrota y hacen una pequeña autocrítica. Pero posteriormente, cuando surge una cosa nueva, hacen retroceder todo el proceso. Este es un comportamiento típico hacia cualquier cosa nueva. Tales personas son siempre pasivas y nunca avanzan en el momento crítico. Siempre necesitan un empuje violento antes de dar un paso”.
La rebelión de la juventud proletaria convoca a los comunistas marxistas-leninistas-maoístas a un nuevo comienzo aplicando el marxismo-leninismo-maoísmo a la realidad concreta, integrándose con las masas proletarias, emprendiendo la Guerra Revolucionaria. Mao nos enseña: “Nuestro método principal es aprender a combatir en curso mismo de la guerra”, “la guerra revolucionaria es una empresa de las masas. Frecuentemente lo primero no es aprender y luego actuar, sino, por el contrario, primero actuar y luego aprender, porque actuar es aprender”. “Debemos excluir en nuestras filas cualquier ideología débil y estéril”.
La construcción del partido y la transformación de la rebelión en revolución exigen la integración y el espíritu de dura lucha en las filas de la juventud proletaria. Debemos ayudar a analizar correctamente la rebelión, comenzando por el análisis correcto de la naturaleza del enemigo. Mao afirmó: "El imperialismo y todos los reaccionarios tienen un doble carácter: son a la vez tigres auténticos y tigres de papel…Por una parte,  eran tigres auténticos, devoraban a la gente, la devoraban por millones y decenas de millones… Sin embargo, al final se transformaron en tigres de papel… mirados en su esencia, en perspectiva, desde el punto de vista estratégico, deben ser considerados como lo que son: tigres de papel. En esto se basa nuestro concepto estratégico. Por otra parte, también son tigres vivos, tigres de hierro, tigres auténticos, que devoran a la gente. En esto se basa nuestro concepto táctico”. “Estratégicamente, debemos desdeñar a todos nuestros enemigos, pero tácticamente debemos tomarlos muy en serio”.
La evaluación de la revuelta proletaria debe unir dialecticamente dos elementos en los que Mao hizo hincapié: “Luchar, fracasar, volver a luchar, volver a fracasar, volver a luchar, hasta la victoria.
Esta es la lógica del pueblo…. esta es una ley marxista”, “toda guerra justa, revolucionaria, está dotada de una fuerza inmensa, capaz de transformar muchas cosas o abrir el camino a su transformación”.
Necesitamos hacer junto con la juventud  proletaria una evaluación de la rebelión que tome en consideración esta enseñanza de Mao: “dentro de las filas de la revolución es necesario hacer una clara distinción entre lo justo y lo erróneo, entre los éxitos y las deficiencias, y, además, poner en claro cuál de los dos aspectos es el principal y cual el secundario… Al examinar los problemas nunca debemos olvidarnos de trazar estas dos líneas divisorias: entre la revolución y la contrarrevolución, entre los éxitos y las deficiencias…establecer bien estas líneas divisorias requiere un estudio y un análisis cuidadosos”.
Estamos convencidos que en Francia y los países imperialistas, para nosotros los comunistas, es hora, como Mao señaló de “enfrentar al mundo y desafiar la tormenta, el gran mundo y  la poderosa tempestad de la lucha de masas”.

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